Si Dios quisiera que conociéramos a las personas a fondo, pienso que nos hubiera dado la habilidad natural de leer mentes, así no habría secretos, sabríamos en quién confiar y en quién no, pero Dios, que es sabio, se reservo esa habilidad para sí mismo, de modo que aunque interactuemos a diario con las personas, no sabremos nunca con detalle más allá de lo que veamos o nos enteremos por otras personas, o incluso por ella misma.
Por eso no sabemos quién de los que nos saludan amablemente nos odian en secreto, tampoco sabemos quién de los que se muestran devotos y amorosos en la iglesia, o celosos de la doctrina realmente pone en practica lo que dice la Biblia o quién tiene un corazón hipócrita lleno de maldad. Él nos mandó a que nos amemos los unos a los otros, por lo que tú deber y el mío es amar, y hacer el bien, no por aplausos ni por ganarnos el afecto de las personas, sino porque los amamos y queremos lo mejor para ellas. Y Dios que ve en lo secreto, te recompensará en público.
El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.Romanos 14:3