Efesios 2:8-9
Alguien me preguntó alguna vez que no tenía sentido tratar de agradar a Dios porque ningún ser humano había logrado obedecer la ley, ya que al fallar en uno solo de sus estatutos había desobedecido toda la ley.
Para empezar, la ley como tal fue dada al pueblo de Israel para demostrar que nadie por sus propios méritos podía agradar a Dios, de hecho Dios no esperaba que hubiese algún ser humano capaz de cumplirla en su totalidad, pues él conoce nuestro carácter y nuestras limitaciones. De ahí que ningún ser humano por sus propios méritos puede agradar al Altisimo, sino que por tener fe en Jesucristo y su obra, recibimos el regalo de ser hechos sus hijos y en el futuro la vida eterna.