Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
2 Corintios 12:10
Así como la recompensa de ese padre esforzados es ver a sus hijos bien, la de un predicador es que la gente escuche la palabra, se conviertan y sean bendecidos al aplicarla, pero hay muchos que la despreciarán e incluso harán de todo por silenciarnos; a los apóstoles les pasó y a muchos otros hasta les costó la vida, pero ellos perseveraban por aquellos que si los oirían y sabiendo que su premio viene de arriba. El tener eso claro les daba el animo que necesitaban para ser fuertes en medio los problemas.