Ten compasión de mí, oh Dios,
conforme a tu gran amor;
conforme a tu inmensa bondad,
borra mis transgresiones.
Lávame de toda mi maldad
y límpiame de mi pecado.
Salmo 51:1-2
Este debe ser el clamor cada día de nuestros corazones, puesto que pecamos todos los días y en todo momento, puesto que nuestros corazones tienden a lo malo y necesitamos ser lavados de toda inmundicia por nuestro buen y santo Dios a fin de ser aceptos por su incorruptible santidad.
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Escrito por: Álvaro A. Martínez
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