Y si obedecemos fielmente todos estos mandamientos ante el Señor nuestro Dios, tal como nos lo ha ordenado, entonces seremos justos.
Antes de Jesucristo, para poder acercarse a Dios, era necesario nacer como israelita o cumplir con ciertos rituales como la circuncisión para ser acepto dentro del pueblo de Dios. Con la muerte y posterior resurrección de Cristo, se deshizo esa línea que separaba a los judíos de los gentiles, o sea, de los extranjeros. Ahora cualquiera, sin importar de dónde sea, puede formar parte de la familia de Dios siempre y cuando crea en Jesucristo.
Antes los mandamientos del Señor estaban estipulados dentro de lo que conocemos como ley mosáica, hoy los mandamientos son que nos amemos los unos a los otros como Cristo nos amó y que amemos a Dios por sobre todas las cosas. Por lo que, si realmente creemos en Jesucristo, amaremos a Dios y buscaremos aprender cada día conocer mejor a nuestro ejemplo por excelencia a fin de agradar a Dios en todo, así como Cristo lo hizo y sigue haciendo hasta el día de hoy.