Es fácil hacer cosas buenas cuando recibimos palabras de afirmación, somos tenidos en cuenta, aprobados y hasta aplaudidos. Pero ¿a cuántos se nos quitan las ganas cuando nos menosprecian, insultan y rechazan? Si bien el rechazo nos resta ánimos y fuerzas para hacer las cosas, lo que nos hace fuertes es hacer lo correcto aunque no tengamos ganas.
La Biblia dice que predicar el evangelio no siempre nos traerá aplausos y honra delante de la gente porque hay verdades incómodas y hasta dolorosas que deben ser dichas, pero así como los apóstoles en la Biblia, somos fuertes cuando nos refugiamos en Dios y seguimos adelante sin importar las consecuencias.
Como dice el apóstol Pablo: Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.
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