y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Juan 10:28
La gran recompensa para todos los que creemos en Cristo, nos perseveramos en practicar sus enseñanzas y obedecer sus mandamientos es la vida eterna después de esta vida.
Por tanto, debemos imitar la actitud y el ejemplo de nuestro Señor quien cuando vivió en la tierra no buscó sus propios intereses sino que se dedicó en cuerpo y alma a representar a Dios obedeciendole hasta en el más mínimo detalle evitando cualquier distracción que nos separe de la voluntad perfecta de nuestro Padre celestial.