Estoy seguro que muchos de los que leen estas líneas tienen hijos, algunos motivo de orgullo por su buena conducta y otros... en la promesa. El punto es que aunque yo como autor no tengo hijos, entiendo que el deseo de todo aquel que tiene hijos, especialmente aquellas personas que conocen de Dios y su Palabra, esperan que sus hijos practiquen la verdad.
Sin embargo, se de muchos padres que tienen problemas con sus hijos porque estos se empeñan en llevar una vida disoluta guiada por corazones apartados de la verdad de Dios. No conozco la situación de cada persona, lo que si puedo decirles es que así como a nosotros nos alegra ver a nuestros hijos convertidos en personas de bien, Dios se alegra cuando decidimos permanecer en él y dejarnos guiar por su palabra.