Sean ustedes santos, porque yo, el Señor, soy santo, y los he distinguido entre las demás naciones, para que sean míos.
Levítico 20:26
La anterior afirmación fue una orden dictada por Dios hace miles de años a su pueblo Israel. Sin embargo, se extiende hacia nosotros,debido a que al igual que el pueblo de Israel en la antiguedad, fuimos distinguidos por él de entre las naciones del mundo para que seamos suyos y cumplamos sus propósitos a cambio de bendiciones como ser llamados sus hijos y todo lo que ello implica.
Sabemos por la Biblia, que todo cuanto hizo Jesucristo en la tierra no fue por iniciativa propia, sino que él hizo exactamente lo que hubiera hecho su Padre estando en su lugar, por tanto, cuando imitamos el ejemplo de Jesucristo, realmente estamos imitando a Dios mismo. De todo esto, podemos concluir que Dios sigue esperando de los suyos una conducta intachable que deje su nombre en alto ante el mundo.