Te confesé mi pecado,
y no te oculté mi maldad.
Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor»,
y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Selah
Salmos 32:5
Ésto es precisamente lo que hace el salmista. Aunque Dios todo lo ve y todo lo sabe, él decide buscar el rostro de Dios y reconocer que le ha fallado, pero antes tuvo una preparación mental y de corazón, la cual se logra mediante la introspección, es decir, analizarse a uno mismo. Ahí es cuando notamos la bondad de Dios, el cual no nos reprocha nuestras maldades sino que nos perdona cuando de corazón le buscamos.