Me deleito mucho en el Señor;
me regocijo en mi Dios.
Porque él me vistió con ropas de salvación
y me cubrió con el manto de la justicia.
Soy semejante a un novio que luce su diadema,
o una novia adornada con sus joyas.
Isaías 61:10
Cuando tomamos consciencia de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, nos damos cuenta que sin importar lo mucho que hagamos por retribuirle, nunca habrá manera en que podamos pagarle. Ya que para empezar, él creyó en nosotros cuando nadie lo hacía, nos dió una nueva vida y la esperanza de ser coherederos con Cristo de su reino, solo por mencionar algunas de sus bendiciones.
El tomar consciencia de ello, y de que no contento con todo eso nos acompaña, nos guía y suple cada una de nuestras necesidades, nos lleva inequívocamente a deleitarnos en él. ¿Cómo no deleitarnos en aquel que hace todas las cosas por amor a nosotros? ¿Cómo no reconocer a aquel que sin importar lo que hagamos, nos perdona y nos abraza como a sus hijos?
Deléitate mucho en él
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