Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte.
Filipenses 3:10
Cuando leemos la historia de Pablo antes de volverse cristiano, es probable que nos inclinemos a creer que era un completo fanático, ya que perseguía ferozmente a todo aquel que pensara diferente, lo cual lo convertía en un temible enemigo de la iglesia primitiva; sin embargo, al leer cómo cambió tan radicalmente de parecer después de su encuentro con Jesús, la cosa cambia.
Antes de conocer a Cristo, el apóstol era una persona muy influyente y económicamente pudiente, alguien digno de admirar por cualquiera en su tiempo, pero lo que vemos tras ese cambio, —por el cual perdió dinero, honra, amigos y hasta su propia familia— es que lo que realmente él buscaba desde siempre era agradar a Dios, aunque estaba en el lugar equivocado.
En su ejemplo vemos cómo se ama a Dios por sobre todas las cosas, cuando lo seguimos sentiremos que cualquier cosa que perdamos por agradar a Cristo es poco comparado con lo que ganaremos por seguirle de corazón y hacer su voluntad.
Cuando se pierde para ganar
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