Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día.Salmo 32:3
¿Cuántas veces sentimos que vamos a estallar porque sentimos un peso inmenso sobre nuestros hombros? Son cosas que nos turban el alma y nos llevan al abismo de la desesperación. Cada uno de nosotros sabe qué es lo que lo pone así.
En esos casos lo mejor es desahogarse, expresarle a alguien de nuestra confianza cómo nos sentimos y ¿por qué no? Tal vez recibamos un buen consejo. La buena noticia es que aunque no haya nadie de confianza nuestro alrededor, Dios está ahí, presto para escucharte y brindarte el consuelo que tanto necesitas para aliviar tu alma ¿Qué esperas para acudir a él?
--Por: Álvaro Martínez V.
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