El que se aferre a su propia vida, la perderá, y el que renuncie a su propia vida por mi causa, la encontrará.
El aferrarnos, o apegarnos a algo, nos limita, ya que por temor a salir perdiendo, a veces dejamos pasar oportunidades al no tomar la decisión correcta en el momento preciso. La vida es incierta y en cualquier momento nos puede llevar a situaciones incómodas que pongan a prueba nuestra fe. En el caso de los discípulos de Cristo, a veces tenían que elegir entre confesarle y sufrir las consecuencias, a veces hasta morir; o negarle y seguir viviendo.
¿Qué harías tú? ¿Qué haces cuando la tentación toca a tu puerta? ¿Titubeas sobre si hacer lo correcto o no? Estas preguntas no buscan acusarte, sino más bien invitarte a reflexionar sobre la solidez de tus convicciones, si encuentras que debes afirmarte al punto de preferir la muerte que hacer algo indebido, pídele a Dios que te ayude con eso.
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Escrito por: Álvaro A. Martínez
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