No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención.
Efesios 4:30
Como bien sabemos, el Espíritu Santo mora en aquellos que recibimos a Cristo como Señor y Salvador y entramos a formar parte de la familia de Dios al ser reconocidos como sus hijos. Pero el Espíritu se agravia, es decir, se ofende cuando deliberadamente elegimos pecar como cuando andábamos deleitándonos en el pecado según las costumbres que aprendimos del mundo.
Por esto, la recomendación que nos da el apóstol Pablo es un llamado a comportarnos a la altura de lo que se espera de un Hijo de Dios, redimido por la Sangre de Cristo, pues aunque no somos salvos por méritos propios, ciertamente lo que hagamos con nuestras vidas habla de nuestras verdaderas creencias, esas que albergamos en nuestros corazones.
Como bien sabemos, el Espíritu Santo mora en aquellos que recibimos a Cristo como Señor y Salvador y entramos a formar parte de la familia de Dios al ser reconocidos como sus hijos. Pero el Espíritu se agravia, es decir, se ofende cuando deliberadamente elegimos pecar como cuando andábamos deleitándonos en el pecado según las costumbres que aprendimos del mundo.
Por esto, la recomendación que nos da el apóstol Pablo es un llamado a comportarnos a la altura de lo que se espera de un Hijo de Dios, redimido por la Sangre de Cristo, pues aunque no somos salvos por méritos propios, ciertamente lo que hagamos con nuestras vidas habla de nuestras verdaderas creencias, esas que albergamos en nuestros corazones.
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Escrito por: Álvaro A. Martínez
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