Sabemos que la voluntad de Dios es que nos amemos los unos a los otros, es más, sabemos que el mandamiento es que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos, pero a veces nos pasa que hay gente que no se deja querer. Hay gente que abusa de la confianza que le brindamos y ven nuestros actos de bondad como muestras de debilidad. ¿Será que Dios no tuvo en cuenta eso cuando nos mandó eso?
Obviamente lo tuvo en cuenta, él es Dios y conoce en detalle la naturaleza humana, él sabía de antemano que ibas a nacer y que tras un largo proceso de aprendizaje en tu vida llegarías a leer este mensaje. Pero sabiendo estas cosas, Dios nos manda a que cultivemos un amor profundo a nuestros semejantes, un amor intenso que nos impulse a ayudar aunque no lo agradezcan, aunque nos aborrezcan, aunque nos paguen mal; porque si amamos perdonaremos más fácilmente y cuando perdonamos a otros somos amados y perdonados por Dios, quien a su tiempo nos recompensará si no desmayamos (Gálatas 6:9).
Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados.1 Pedro 4:8