Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Romanos 8:38-39
En el contexto de éste versículo entendemos que nosotros no estamos buscando de Dios ni le servimos porque hayamos decidido refugiarnos en él, sino que se nos concedió el privilegio desde el principio de los tiempos de ser amados por Dios y escogidos para su buena obra. ¿Significa esto que no tiene sentido predicar o que ya no podremos perder la salvación? De ninguna manera.
Sino que de antemano él sabe cómo van a terminar las cosas desde antes de que empiecen y que nada de lo que hagamos puede hacer que él deje de amarnos. Aunque eso no significa que no vengan consecuencias, ya que Jehová es muy claro cuando habla de las consecuencias que nos trae el pecar deliberadamente, entre las cuales están la muerte física y la espiritual. La buena noticia es que siempre que nos arrepintamos y de corazón le busquemos; él estará ahí para recibirnos como si nada.