A lo largo de la Biblia se habla mucho acerca de la generosidad: se nos dice que Dios ama al dador alegre, que entre más demos más recibiremos, que es mejor dar que recibir, entre otros muchos pasajes que no solo la elogian sino que también nos incitan a practicarla. Incluso, hay un proverbio (21:26) que la identifica como uno de los distintivos de los justos y la propia ley de siembra y cosecha (Gálatas 6:7) es una invitación a aplicarla de manera desmedida, ya que en la medida que demos recibiremos.
Es por ello que todo aquel que desee agradar a Dios en todo debe comenzar a cultivar la generosidad, de la cual Dios mismo nos pone el ejemplo al darnos en abundancia aquello que le pidamos con la certeza de que él nos escucha y no escatimará en darnos lo que le pedimos. De manera que le representemos fielmente en cómo nos relacionamos con los demás.